Pepín Ramírez

Saúl García

Fue alcalde de Arrecife, presidente del Cabildo de Lanzarote y senador. Es una figura imprescindible para entender la historia reciente de la Isla

 


La transformación moderna de Lanzarote es una película de cine de autor. No obstante, el cine es una construcción coral. Todos los directores, también César Manrique, necesitan un productor… y esa figura, tan anónima como imprescindible, fue José Ramírez Cerdá.

Pepín Ramírez nació nueve días antes que César en la misma ciudad. Fueron juntos a la escuela y al instituto. Fueron juntos a la Guerra. Siempre fueron amigos y trasladaron las ventajas de esa amistad al lugar donde nacieron para que pasara del subdesarrollo al desarrollo, de la pesca y el campo al turismo, de la dureza de lo árido a la belleza de la piedra.

Esa historia (o esas historias), la de la vida, la de la amistad, la del cambio, es la historia de Pepín Ramírez, el hombre que convirtió a Manrique en César, el sexto libro de la colección Islas de memoria, que edita la Fundación César Manrique para recuperar y difundir la memoria, la labor, de personas relevantes para la sociedad insular. Pepín se suma así a las historias de Miguel Pereyra, Gabriel Fernández, Guillermo Topham, José Molina Orosa y Luis Morales.

Algunas de las virtudes de Pepín Ramírez para rodar esta película no son las que se suelen destacar como necesarias. Una de ellas fue la confianza en la amistad. También la habilidad para acertar con la elección del equipo. Y una que traspasa la pantalla porque es propia de los personajes de cualquier historia: la habilidad para lograr que al final de la película hayan evolucionado, que sean mejores, que hayan disipado sus fantasmas. Eso pasó durante el rodaje.

La honradez, una característica que no cotiza al alza en el cine político, también fue esencial. No solo la honradez como principio, sino como herramienta. Pepín Ramírez tuvo que sanear (o quiso hacerlo) el Cabildo, que convivió hasta principios de los años sesenta con el descontrol, la mala gestión y la corrupción. Su denuncia fue vital para sanear la institución y para que se convirtiera en el motor de la transformación, gracias a la creación de la empresa pública Vías y Obras.

Pero un productor tiene que conseguir dinero, o arriesgarlo. Pepín Ramírez no lo tenía pero lo consiguió aplicando todas las virtudes anteriores, sumadas al trabajo y la eficacia. El método se basó en la dedicación, la insistencia y la determinación. Los Centros de Arte, Cultura y Turismo nacieron con un dinero que no estaba destinado para ellos, que suele ir destinado al beneficio privado o al despilfarro público. Los Jameos, el Mirador o el restaurante El Diablo, no solo suponen la domesticación de la naturaleza y la transformación de una tierra inhóspita en un lugar habitable. No son solo un hallazgo artístico, también son un hallazgo administrativo. La gestión para su nacimiento no se ha alcanzado después y la gestión para su mantenimiento no ha honrado, de manera habitual, a la película original. La saga aún sigue esperando otro acierto.

 

Texto: Saúl García
Forografía: Archivo FCM