Nº 24

Fernando Barbarin

MUERTE

 
Hoy leo en un titular: “La ONU culpa a España por la muerte de un senegalés”, subtitular: “La Guardia Civil pinchó el salvavidas de un inmigrante cuando intentaba alcanzar la costa”... por otro medio me entero el mismo día de que en Honduras fallecen más de trescientos internos en un penal a causa de un incendio, calcinados, asfixiados y lo más trágico de todo, abatidos por las balas de sus guardianes cuando los reclusos trataban de huir de la muerte. 
 
Hoy se cumplen tres años de una de (las) tantas tragedias que no sobrecogieron a nadie. Veinticinco inmigrantes, la mayoría niños, fallecieron cuando su embarcación colisionó en nuestra costa. El Cabildo de Lanzarote, coincidiendo con tan fatídica fecha, organizó una ofrenda floral en el mismo lugar de la tragedia. Asistieron  algunos representantes políticos y medios de comunicación, nadie más... nadie más. Esta vez no tiene la culpa la “clase política” ni sus “medios”, esta vez amigos, la culpa fue nuestra. Cuando regresaba a casa me pregunté:
 
¿qué muertos nos impactan más?
Los que huelen, los que aún te hablan, los que piensas que están vivos, los que conocerás, los que matas cuando ya han muerto o los que fallecen con pedigrí. Creo que la crisis económica es la hermana menor de la crisis moral, una crisis donde la empatía por el dolor y sufrimiento ajeno se derrite ante la llama del miedo. Sin ser yo un licenciado en ciencias políticas, me atrevo a resumir en una frase lo que el poder a nivel mundial y de manera subliminal nos propone “que cada palo aguante su vela”. Sería coherente si para inflar esa vela y poder surcar los mares del individualismo, no contaran hasta con el último aliento de nuestros desinflados e invisibles pulmones.
 
Como no soy completamente tonto, sé que unos leerán este editorial y arrancaré de ellos (espero que pocos) una expiración acompañada con una mueca disfrazada de sonrisa despótica. Otros (espero que más) me juzgarán por no ser yo más radical con mis palabras y los demás (espero), compartirán conmigo que este mundo no se parece al mundo que deseamos y deseábamos.
 
Este mundo está roto.