Nº 4

Fernando Barbarin

VIAJE

 

Es sorprendente lo mucho que uno aprende cuando viaja. Cuando visitas una gran ciudad puedes aprender los pros y contras que una metrópoli alberga, y como estas dos caras de la moneda conviven en un marco creado puramente por el desarrollo de nuestra sociedad. Este pasado mes anduve unos días por Madrid, en poco tiempo puedes comprobar como en una gran ciudad las personas nos convertimos en individuos. Eso es bueno y malo, puedes ir por la calle con una zanahoria en la nariz y no generar un murmullo a tu paso, ahora bien, si tropiezas y caes probablemente no recibas una mano que te levante. He aprendido que sólo la ciudad en sí, constituye una enorme sala de exposiciones donde obras magníficas y mediocres comparten un mismo escenario.

En un trayecto en metro te das cuenta de  que no todos estamos allí por el mismo motivo, es un momento mágico donde aprovechando la indiferencia de los usuarios puedes descansar la mirada sobre ellos. Allí ves al tipo que regresa de una larga jornada de trabajo, al que ha  quedado con su novia, quién a ido de compras, el que vuelve de jugar un partido de baloncesto, y a quién tuvo que dejar a toda su familia a miles de kilometros de distancia de ese vagón. Os puedo asegurar que esos ojos brillan de manera especial, es en ese momento, cuando aprendes a diferenciar un tipo de viaje de otro. Pienso que eso lo deberíamos tener mucho más presente antes de justificar nuestros reparos hacia ese tipo de viajero. Cuando sales del subsuelo aprendes lo agradable que es la luz natural y disfrutas de no ver ninguna cara conocida, ese anonimato genera una extraña sensación de confort que se desbanece cuando alguien tropieza contigo y continua su camino sin disculparse. En una ciudad tan grande comprendes que somos muy pequeños y que la simbiosis con la urbe es desproporcionada e injusta, pero por otro lado  sirve para lubrificar la creatividad y agudizar el ingenio. Es por esto que yo siempro animo a la gente a que viaje, el cerebro graba esa experiencia en un lugar indestructible de la memoria y con el paso del tiempo incluso lo redecora y endulza.

Cuando descubres la amplia oferta cultural y artística, aprendes a comprender su impotancia para una sociedad, por eso pienso que lo bueno de una gran ciudad es poder usarla cuando y como uno quiera, y no dejar que ella decida por ti.

En esas idas y venidas, he aprendido muchas cosas... entre ellas a buscar el mar. En cuanto pueda, volveré a volver.