La delgada línea azul

Luis Miguel Coloma

Serena o tempestuosa, admiro sobremanera tu naturaleza disyuntiva. Tu claridad salomónica que separa sin el mínimo temblor de duda mis dos mundos. Aquel en el que respiro y el otro, en el que realmente me siento vivo. La luz o el silencio. Correr o volar. La velocidad concurrida de la ciudad o el descenso vertiginoso de los veriles submarinos. Y entre uno y otro, tú. Cristal transparente o espejo que me pide una decisión. O te rasgo y entro en ti o me conformo con mirarte desde la orilla.

Te miro en silencio y no puedo. Te acaricio y menos aún. Te disfrazas de superficie suave y me invitas a deslizarme sobre ti. Mecido en tus brazos, me relajo. El salitre de tus besos me hace caer en un profundo letargo. Sueño que me hundo en ti. Con la cadencia de una pluma desciendo y una sonrisa tatuada en la boca.

Ya no respiro. Mi cuerpo está frío y sigue descendiendo. Mi vida se quedó ahí afuera, apagada sobre una tabla. Afuera. Revuelo, nervios, voces… Afuera. Conmigo, paz y silencio. Ahora es cuando realmente siento vida en mí. Dormido o despierto, vivo o muerto. Poco importa. Gracias por librarme del ultimátum. Por poder saltarme el trámite. Por cruzar conmigo la delgada línea azul, cogidos de la mano como cuando te enamoras con quince años.

Así quiero sentirte aun cuando pasen los años y me vea poblado por conchas, corales y peces. Poder abandonarme a soñar contigo cuando la noche te vuelva una tinta densa. Despertarme cuando los rayos del sol te atraviesen como hojas de espada y pueda contemplar tu desnudez desde abajo, en toda tu plateada extensión.

Quiero pasear contigo sobre la arena en playas remotas, donde nadie pueda vernos. Contemplar amaneceres y puestas de sol sin apegos ni nostalgias. Llévame contigo a la oscuridad de las llanuras abisales y a la luz de los arrecifes de coral. A sentir desde abajo la fuerza inconmensurable de las olas. Permíteme, ahora que ya no siento frío, cabalgar a las ballenas entre montañas de hielo azul y al reflejo de auroras boreales. Acompáñame a nadar entre el plancton luminiscente y contemplemos juntos las constelaciones del hemisferio sur.

Ahora que ya no tengo magua de mí mismo ni saudades del exterior. Ahora que me he liberado del cuerpo y del tiempo. Ahora, sólo quiero que me enseñes a volar.