ISLA DE LOBOS

Ignacio Romero

Leonardo Torriani la definió como la décima isla de Canarias, aunque fue la Monachus monachus, es decir, la foca monje o lobo de mar en su denominación científica, la que le dio nombre a un islote al que Ignacio Romero ha dedicado varios años de investigación. 

Situado entre dos islas “grandes”, en el estrecho de la Bocaina, lo primero que puede sorprender de la lectura de Isla de Lobos, naturaleza e historia es como islote de apenas 4,6 kilómetros cuadrados ha dado para tantas historias. El último redescubrimiento vino del hallazgo fortuito de una pieza de cerámica por parte de un turista en la playa de La Calera o La Concha en 2012. Aquel encuentro accidental dio pie a una excavación, que según la arqueóloga María del Carmen del Arco, de la ULL, ha revelado un gran taller de extracción de púrpura de la época romana (entre el siglo I a.C. y el siglo I d.C. aproximadamente). La hipótesis plantea la existencia de un campamento para extraer y exportar el tinte de la carnailla o canaílla (Stramonita haemastoma), lo que sitúa a Isla de Lobos como pieza central de la arqueología canaria.
Cuando llegaron los europeos ya para establecerse definitivamente en Canarias, lo que les interesó fue la foca monje o lobo de mar, una especie que, según cuentan los cronistas de la época era muy abundante, y que daba gran cantidad de carne de forma muy asequible. Tanto era así que, poco a poco, la foca monje fue desapareciendo. Aunque como cuenta Ignacio Romero han existido planes recientes de reintroducción y todavía se baraja la posibilidad de crear una colonia en Canarias que permita conectar las de Madeira y Mauritania, únicas en el Atlántico.
Además, Isla de Lobos, naturaleza e historia se adentra en la biología del islote, repasando otras especies comunes en este pequeño territorio (terrestres, limícolas, intermareales, etc). La flora tiene una presencia de primer orden con los ecosistemas de saladares, con muchas especies halófilas bien representadas, hasta el punto de tener una especie endémica de este islote: la Siempreviva de Lobos.
Otro apartado son las protecciones ambientales ya que es un territorio pequeño y frágil que necesita ser regulado, gestionado para una correcta conservación de la plenitud de sus valores ambientales e históricos.
Romero lleva más de una década pateando, como divulgador medioambiental, el islote. Los conocimientos adquiridos sobre el terreno durante todo este tiempo y las horas en bibliotecas y archivos públicos y privados han permitido la creación de esta publicación donde el paisaje, la flora y la fauna son claves para comprender la riqueza de este Parque Natural.
La publicación se adentra también en conocer a quiénes vivieron en Lobos. Algunos llegaron como torreros o como familiares de estos. Más tarde se convirtieron en personajes de la literatura, el periodismo, el teatro o la historia, y pusieron con sus estudios y creaciones literarias a Lobos en el mapa de la historia. Ahora, Isla de Lobos, naturaleza e historia hace un guiño para no olvidar a algunos de sus inquilinos más ilustres: Federico Doreste, Josefina Plá, José Rial, José Antonio Rial y Antonio Hernández. El abuelo de Alberto Vázquez–Figueroa trabajó como torrero en el faro de Martiño; de hecho, la madre del escritor nació y vivió sus primeros años en el islote, y es a ella a quien le dedica gran parte del emotivo prólogo de esta publicación.
La obra también ofrece al lector una serie de rutas que le permitirán conocer los tesoros de Lobos de una manera responsable y sin alterar el paisaje y las especies que viven en el islote. Además, incluye una guía de actividades al aire libre y servicios.