PARA VER UNA KODAK MARINA

Foto: Victor Socas Texto: Melchor López Pérez
Una imagen vale según sea la riqueza de sus resonancias, según sea el espesor de sus lecturas, según sea el nivel de sus interpretaciones. 
Lo primero que veo de esta imagen, lo primero que veo con el ojo, lo primero que asalta mi mirada, la primera lectura, la retiniana, es esta: 
1)Unas barcas varadas en la marea baja. 
2)La presencia del azul en todo: en el agua, en las barcas, en las prendas de los marineros, en el reflejo de las aguas… El azul en todo el azul. El azulejo marino de El Charco de Arrecife.
Y 3)El torso desnudo de un marinero sin rostro en el centro de la imagen, sobre un barca cuyo delicado nombre es “La princesita”.
En una segunda lectura– que llega a intercalarse con la primera– ya no veo sólo con mis ojos, sino desde la Cultura. “Cuanto más se sabe – escribió una vez Julián Ríos– más se ve”.
Entonces acude a mi mente la célebre fotografía de Albert Stieglitz, aquella donde aparece un pasajero tocado con un sombrero blanco en medio de una anodina multitud en el interior de un barco. Ese efecto, esa llamada, ese detalle imantador( ¿el “punctum” de Roland Barthes?) se reproduce en esta fotografía de Víctor Socas: aquí ese eje de atención es ese torso desnudo del marino. Ese torso es el punto de concentración de las fuerzas internas de la imagen. Prueben a borrarlo y verán que la imagen pierde su fuerza y se convierte en una anecdótica estampa banal. Ese torso sin rostro de un marinero conejero es también el torso de un marinero griego. Y es también el torso de un modelo para esculpir un broncíneo Poseidón, un dios griego para un culto secreto. Esta estampa marina de Lanzarote también es –puede ser– una estampa mediterránea desde que el héroe lancelótico del poeta Agustín Espinosa homerizó y mediterranizó para siempre esta isla. 
Estas resonancias, estas lecturas, estas interpretaciones caben en esta fotografía, en esta kodak de Víctor Socas.