Tropicalización e invasiones

Emilio Soler Onís

La estructura de las comunidades marinas está cambiando de forma acelerada en todo el planeta debido a la alteración de las distribuciones de especies provocada por el cambio climático. Aunque es evidente que los efectos del calentamiento global están alterando las propiedades de los hábitats y las comunidades asociadas, el impacto que las nuevas especies invasoras pueden tener en la estructura trófica y en la dinámica energética de los ecosistemas, sigue siendo un tema pendiente de resolución. Este dilema se ve, en gran medida, condicionado por decisiones políticas que no terminan de abordar las complejidades del problema de manera integral.
La Red Canaria de Alerta Temprana de Especies Exóticas Invasoras, encargada de registrar las especies invasoras en las Islas Canarias aporta unos datos alarmantes. Hasta 2024 se han catalogado 239 especies invasoras en Canarias y 143 que, aunque no son invasoras en un principio, presentan un alto riesgo de convertirse en tales. Suman un total de 382 especies introducidas. Esta cifra posiciona a Canarias como una de las zonas del mundo más vulnerables ya que alberga una elevada cantidad de especies endémicas con una distribución y necesidades ecológicas muy concretas. Lamentablemente, algunas de ellas ya se encuentran en grave regresión debido a los efectos del cambio climático, la tropicalización y las especies invasoras, como es el caso de Gongolaria abies-marina, que está desapareciendo de su distribución tradicional y en algunos casos migrando a zonas más profundas.
El cambio climático está transformando los ecosistemas del planeta, y uno de los efectos más alarmantes que está teniendo en zonas templadas y frías es la tropicalización, un proceso en el cual las condiciones climáticas de una región se calientan y adquieren características propias de las zonas tropicales. Esto facilita la expansión de especies exóticas, muchas de las cuales se convierten en invasoras, alterando gravemente los ecosistemas locales. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU ya ha identificado a Canarias, así como las costas atlánticas ibéricas y las del Mediterráneo occidental, como las regiones más vulnerables de Europa desde una perspectiva ambiental. Estas zonas son las que más están sufriendo las consecuencias de la tropicalización.
El término "tropicalización", que cada vez aparece con mayor frecuencia en los medios de comunicación y en nuestras conversaciones cotidianas, se refiere al proceso de cambio en las condiciones ambientales y ecológicas de una región que experimenta una transformación hacia un clima y un ecosistema más propios de las zonas tropicales. Este proceso afecta no solo al clima, sino también a la biodiversidad, la estructura de los ecosistemas y la dinámica de las comunidades locales. Además, a corto y medio plazo, la tropicalización puede tener repercusiones en la salud pública, en el medio ambiente, en la pesca, la agricultura, el ocio y el turismo. Todo ello se traduce no solo en graves daños ecológicos, sino también en pérdidas económicas significativas.
Para que una zona marina se considere en proceso de tropicalización deben darse una serie de factores clave de manera conjunta. Entre ellos se incluyen un aumento de la temperatura del agua, alteraciones en las corrientes oceánicas, un cambio en la composición de las especies marinas, alteraciones en la química del agua, la ocurrencia de eventos climáticos extremos y modificaciones en los hábitats costeros.
Gracias a su ubicación geográfica y a sus particulares condiciones oceanográficas y climáticas —como los vientos alisios, el afloramiento del Sáhara, la orografía de las islas y la Circulación de Oscilación Meridional del Atlántico Norte—, las islas Canarias presentan una temperatura del agua más fría de lo que cabría esperar para su latitud. Esto les ha permitido, hasta finales del siglo XX, mantenerse a salvo de los impactos de especies potencialmente dañinas, con las que tienen afinidad por ser zonas templadas y cálidas. Sin embargo, a partir de los años 80, comenzaron a detectarse cambios en los ecosistemas y en los elementos introducidos de manera accidental o intencionada. El tráfico marítimo, las obras en las costas, la eutrofización, la traslocación de especies en acuicultura, la mala gestión de los recursos naturales y su uso abusivo, han hecho que Canarias se convierta en una zona altamente vulnerable a la tropicalización. Este fenómeno se ve agravado por la imparable subida de la temperatura del agua de mar, las olas de calor oceánicas y las cada vez más frecuentes calimas que fertilizan de forma natural el archipiélago, y en particular, su mar.
Entre los datos más alarmantes se encuentran la desaparición en diversas islas de praderas de fanerógamas marinas (Cymodocea nodosa) conocidas localmente como sebadales. Por ejemplo, entre 2000 y 2018, el 43,34 % de los sebadales de Lanzarote han desaparecido, un 34,4 % en Gran Canaria y un 32,4 % en Fuerteventura. En apenas dos décadas, el 50% de las praderas de Cymodocea nodosa han desaparecido en Canarias con el consecuente impacto en la conservación de estos hábitats fundamentales así como el efecto negativo que tiene su desaparición en la erosión costera. En el período de 2016 a 2023, se han registrado 105 eventos de floraciones de microalgas y cianobacterias en nuestras costas que han llegado a desatar una respuesta social exacerbada poniendo de manifiesto la necesidad de un programa de alerta temprana que a día de hoy no está llegando. Este fenómeno ha estado acompañado de un incremento en el número de avistamientos de cetáceos, la desaparición de comunidades de algas fotófilas, el descenso de las capturas pesqueras y la dureza de los temporales que afectan al archipiélago, lo que evidencia el grado de vulnerabilidad y exposición que el fenómeno de la tropicalización está teniendo en la región canaria.
La razón por la cual la tropicalización está afectando de forma tan acelerada a Canarias radica en la complejidad geográfica y climática de su territorio, así como en el estilo de vida y los modelos de desarrollo adoptados por la sociedad moderna. Canarias es un territorio diverso y fragmentado, lo que hace que cada isla tenga características ecológicas únicas. Su posición en el Atlántico, cerca del desierto del Sáhara y bajo la influencia de las corrientes oceánicas africanas, la convierte en un espacio ecológicamente frágil y dinámico.
Cada isla presenta sus propios desafíos: Lanzarote y Fuerteventura, por ejemplo, son más áridas y cálidas, lo que facilita la llegada de especies adaptadas a climas secos. Tenerife y Gran Canaria tienen una mayor diversidad climática y altitudinal, con ecosistemas sensibles como el pinar canario y la laurisilva, que está prácticamente extinta en Gran Canaria. La Palma, La Gomera y El Hierro, aunque presentan menor presión humana, no están exentas de las amenazas de especies invasoras. En cuanto a La Graciosa y otros islotes, estos son especialmente frágiles ante la introducción de nuevas especies y la creciente presión del sector turístico que apuesta por un modelo de masas poco sostenible y respetuoso con el medio ambiente y la población local.

Olas de calor oceánicas y cambio climático
Uno de los efectos más preocupantes del cambio climático en Canarias es el aumento de la temperatura del agua del mar. Las olas de calor oceánicas son episodios en los que la temperatura del agua del mar sube varios grados por encima de lo normal durante semanas o meses, lo que altera los ecosistemas marinos. Este fenómeno favorece la expansión de especies tropicales, mientras que las especies autóctonas, que no toleran temperaturas tan altas de manera tan brusca, se desplazan a zonas más atemperadas. Algunas con un alto rango térmico de adaptación permanecen y un gran número de ellas ven su supervivencia amenazada a corto o medio plazo al no poder cambiar rápidamente de comunidad. Entre los efectos más devastadores se encuentran el blanqueamiento y la muerte de corales y gorgonias, la proliferación de especies invasoras como el pez león (Pterois volitans) la proliferación masiva del alga parda (Ruguloptery xokamurae), los crecimientos permanentes sobre los sebadales de la cianobacteria Lyngbya majuscula o las floraciones casi permanentes de dinoflagelados potencialmente tóxicos como Ostreopsis ovata y Ostreopsis lenticularis, que afectan de manera inmediata sobre la salud de bañistas y deportistas en la costa.

Climatología variable: impactos ambientales
Las tormentas y las calimas, fenómenos cada vez más frecuentes e intensos en Canarias, también contribuyen al proceso de tropicalización. Las tormentas más intensas y las lluvias torrenciales pueden arrastrar semillas de especies invasoras terrestres, como la caña común (Arundo donax), facilitando su dispersión. Además, el aumento de la calima, que tiene un importante efecto fertilizante en la tierra pero sobre todo en el océano, transporta esporas, semillas y microorganismos, introduciendo por vía aérea nuevas especies en los ecosistemas de Canarias. Estos fenómenos climáticos extremos y cada vez más frecuentes y duraderos, facilitan la llegada de especies y favorecen su establecimiento, frente a otras especies menos eficaces en la absorción de nutrientes o más lentas en crecimiento.

Especies marinas invasoras
Una especie invasora es aquella que, al ser introducida en un nuevo ecosistema —ya sea de forma accidental o intencionada—, se establece rápidamente y provoca efectos negativos sobre las comunidades locales, afectando la biodiversidad, la economía y la salud humana y animal. Las especies invasoras se caracterizan por su capacidad para propagarse rápidamente en su nuevo entorno, su alta adaptabilidad a diferentes condiciones, la ausencia de depredadores naturales, la competencia feroz con especies nativas por recursos y espacio, y el impacto negativo sobre los procesos ecológicos.
Desde mediados de los años 80, y especialmente a partir de la década de los 90, la fauna y flora marina que habita cerca de las costas de Canarias ha cambiado de forma notable. Cada vez es más frecuente la presencia de especies tropicales que se adaptan a vivir y tener su ciclo de vida y reproductor rápidamente en aguas cálidas y templadas. Muchas de estas especies viven en el fondo marino o se desplazan cerca de la costa, y su llegada está estrechamente relacionada con el fenómeno de la tropicalización.

Vías de introducción de especies no nativas
Hasta la segunda mitad del siglo XX, la mayoría de las especies nuevas que llegaban a las islas lo hacían por medios naturales, ya fuera como larvas o transportadas accidentalmente sobre objetos flotantes, un proceso conocido como rafting. Sin embargo, la intervención humana ha jugado un papel cada vez más importante. Entre 1980 y 2010, la mayoría de los peces tropicales registrados en Canarias llegaron por medios naturales, un total de cuarenta y seis especies, mientras que un número menor, once especies, fue introducido de manera involuntaria por el ser humano. Sin embargo, en los últimos años, esta tendencia ha cambiado drásticamente. De las treinta y nueve especies tropicales que han llegado a las islas entre 2010 y 2023, veintiséis de ellas han sido vinculadas al tráfico marítimo, especialmente a la actividad portuaria.
El aumento del tráfico marítimo y la llegada de plataformas petrolíferas han favorecido la introducción de peces tropicales en puertos y áreas cercanas. La presencia de especies invasoras se ha observado principalmente en las islas occidentales, donde el agua es más cálida. Estos nuevos inquilinos han logrado aclimatarse y reproducirse sin problemas, propagándose rápidamente por todo el archipiélago.

La amenaza de especies invasoras en las Islas
La llegada de especies invasoras plantea un riesgo creciente no solo para la biodiversidad, sino también para la salud pública. El caso más reciente de introducción accidental de una especie invasora se ha datado a finales del verano de 2022. Se trata de la aparición de un alga parda originaria del Pacífico, Rugulopteryx okamurae, en las costas de Gran Canaria, alertando a la población sobre la grave amenaza que supone la invasión de estos organismos. Esta alga ha invadido ya los fondos marinos de casi todas las islas, desplazando a especies nativas y afectando la biodiversidad en zonas clave como el norte de Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria. Rugulopteryx okamurae ha colinizado desde hace años las costas de Andalucía, Ceuta, Melilla, Murcia y Cataluña, generando enormes pérdidas económicas en los municipios costeros que se han visto afectados por sus arribazones, así como en el descenso de las capturas de peces.
Otras especies invasoras en las aguas canarias incluyen el pez león (Pterois volitans), un depredador voraz que altera las cadenas tróficas y pone en peligro a las especies locales, el pez globo (Lagocephalus sceleratus), venenoso y peligroso para la fauna marina y los pescadores, y la serpiente real de California (Lampropeltis californiae), que amenaza a las especies endémicas en Gran Canaria.

¿Cómo gestionar la Tropicalización? Desafíos y soluciones
El impacto de la tropicalización y las especies invasoras en Canarias es una amenaza seria que afecta la biodiversidad, al medioambiente, la salud pública y la economía. Para mitigar estos efectos se requieren acciones urgentes y coordinadas. Entre las medidas necesarias se encuentran el monitoreo y control de las especies invasoras, los planes de restauración ecológica para recuperar los ecosistemas dañados, la regulación del turismo y una construcción sostenible que minimice los impactos en los hábitats costeros. Además, es fundamental fomentar la educación ambiental y la concienciación entre la población canaria sobre la importancia de actuar para proteger su entorno natural.
El futuro de Canarias depende de la gestión adecuada de estos desafíos. Si no se actúa de forma rápida y eficaz, los ecosistemas del archipiélago seguirán deteriorándose, con consecuencias irreversibles para el bienestar de las generaciones venideras y el medioambiente. Por ello y para lograr la conservación del archipiélago canario y su océano, es esencial el compromiso de las autoridades locales y regionales y del conjunto de la sociedad con todos los sectores implicados.

 

Texto y fotografías: Emilio Soler Onís.
Doctor en Ciencias del Mar por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria